Resumen: El franquismo tuvo para la Guardia Civil dos etapas diferentes. La primera abarcó hasta 1952, y se caracterizó por la provisionalidad, después de que Franco se planteara la disolución del Cuerpo por su papel en la guerra. La segunda, abarcó desde 1953 hasta 1975, y se caracterizó por la imprescindibilidad, una vez superada la prueba de la eliminación del maquis.
Ciertamente, el disgusto de Franco por la actitud adoptada por muchos oficiales durante la guerra era notable y su enojo influyó para que plantease la disolución de la Guardia Civil. Franco consideraba a los oficiales leales a la República culpables del fracaso del golpe militar en las ciudades importantes y de que el 55% de sus efectivos hubiese permanecido en zona republicana, contribuyendo a que la guerra se prolongase. Por ello, a poco de asumir la jefatura de los nacionales ordenó la elaboración de un informe que contemplase la disolución de la Guardia Civil y del Cuerpo de Carabineros.
Por fortuna para la Benemérita, en los primeros gabinetes de Franco había militares que admiraban la Guardia Civil, a la que consideraban patrimonio de España y parte de las Fuerzas Armadas, y que en algunos casos tenían sentido de Estado y altura de miras. Destacaban en esta defensa del Cuerpo los generales Dávila, Asensio, Yagüe, Varela, Muñoz Grandes, Alonso Vega y el almirante Fontán, que no veían con buenos ojos la pretendida disolución ni tampoco el remedio a su ausencia, una especie de Policía de partido, al estilo de como funcionaban las SS en Alemania nazi, que ayudase al Ejército en las funciones de seguridad interior.
La batalla entablada entre partidarios y detractores del Cuerpo tuvo su fase de mayor intensidad durante e inmediatamente finalizada la contienda civil. Por suerte para la Guardia Civil, la crisis que sobrevino al atentado de Bilbao contra el general Varela en 1941, atribuido a sectores falangistas, provocó el relevo de Serrano Súer por el coronel Valentín Galarza al frente del Ministerio de la Gobernación, y con la medida el reforzamiento de la Guardia Civil.
Esta prudencia mezclada con desconfianza, marcó el discurrir del Cuerpo en estos primeros años del franquismo y dio una sensación de provisionalidad a su situación, alimentada por las acusaciones y el desprecio hacia los elementos del Cuerpo que habían sido depurados o estaban en fase de hacerlo, a quienes, en última instancia, se culpaba de la provisionalidad “los elementos del Cuerpo –decía la circular de 15 de abril de 1937--que se han comportado de muy diversas maneras. Todas esas actitudes han tenido indudable influencia en la marcha de los acontecimientos, dando lugar a que se forme una atmósfera alrededor de la Guardia Civil que en nada favorece el prestigio de que debe gozar”.