Resumen: Durante su ya dilatada historia, la Guardia Civil ha sido una institución realmente extraordinaria, que ha contado con muchos y relevantes admiradores y con algunos detractores, pero que no ha dejado indiferente a nadie.
Este carácter original se aprecia ya en su propia concepción: un Cuerpo Militar pero con preferentes funciones policiales y dependiente de las autoridades civiles. Para ponerlo en marcha serán necesarios, no una sola disposición, sino tres Reales Decretos que en sólo seis semanas se complementan y contradicen entre sí. Para regular su funcionamiento se promulgarán, caso probablemente único en la historia de las instituciones dentro y fuera de España, no uno sino dos reglamentos y, un año después, habrá una tercera disposición, la Cartilla, que, pese a su menor rango legal, los rectificará alcanzando mayor impronta que aquellos.
Si bien, al principio, era la seguridad ciudadana en las amplias zonas rurales la principal ocupación del Cuerpo, la confianza a que rápidamente se hace acreedor hará que muy pronto se vayan uniendo otros cometidos, también en las ciudades, hasta configurar la Guardia Civil actual, que bien podemos denominar como una institución de “usos múltiples” con amplias funciones en ámbitos de Interior, Justicia, Defensa, Hacienda, Tráfico o Medio Ambiente.